Seis km separan al pueblo de Aguas Calientes de Machu Picchu, la ciudad
sagrada. Seis km en subida. Si bien el bus es caro, nuestros cuerpos más que
nuestros bolsillos nos pidieron que lo paguemos. Y les hicimos caso. Tomamos la
decisión de hacer la vuelta caminando ya que era en bajada.

Alrededor de las 12.30 nos subimos al bus. Llegamos un ratito antes de las
13.00 hs y pudimos pasar perfectamente.
Machu Picchu es imponente, perfecta y se respira una energía especial. Afortunadamente
esa energía no es opacada por todo el comercio armado a su alrededor. Creo que
los visitantes se sienten un poco mejores personas cuando están allí.
Hugo, el director de la Escuela Tikapata (donde habíamos dejado la casita)
nos lo dijo.
- Si van a Cusco y a Machu Picchu van a
volver mejores personas, mejores padres.
¿Será así? Los que han estado por ahí nos podrán compartir sus
experiencias. A mí me gusta pensar que si, que Hugo tuvo razón y que uno vuelve
más feliz y con más conocimiento. Algún mensaje de nuestros ancestros nos
llevamos cada uno de los que visitamos ese lugar.
Creo que uno de los principales mensajes es seguir confirmando que todo es
posible si nos lo proponemos. Cuando fui la primera vez con mis amigas Vivi y
Ceci, se despertó en mí el interés por conocer más de las culturas originarias.
Ahora en familia lo reconfirmé.
Recorrimos la Ciudadela, pero era difícil ver todo. Sacamos fotos, filmamos
y charlamos con la gente. Escuchamos guías ajenos para hacernos nuestro propio
relato. Nos llenamos de energía, confirmamos que valió la pena el esfuerzo y
decidimos emprender la vuelta ya que nos esperaban los 6 km de bajada. Quizás
si uno está solo se queda todo el día subiendo y bajando, tratando de abarcar
lo más posible, pero con los chicos el tiempo que estuvimos estuvo bien.
Hay un camino armado que tiene escalones bastante grandes. Javi llevaba a
Inti dormida así que terminó con la espalda y las rodillas molidas. Tahiel, muy
decidido, iba siempre adelante diciendo por donde seguía el camino y alertando
ante cualquier dificultad.
Conocimos a unos chicos argentinos que nos ayudaron a llevar algunas cosas
y otra vez llegamos a Aguas Calientes con lluvia, cansados y de noche.
Nos dolía cada parte de nuestro cuerpo y todavía nos faltaba los 12 km de
vuelta. Pero lo habíamos logrado. Esa noche compramos fruta y comida en el
mercado y nos quedamos mirando un poco de tele en el hostal.

¡Tardamos 6 horas! Hicimos muchas paradas y por momentos el cansancio
ganaba y aparecía el mal humor y la paciencia que se va cuando uno más la
necesita. Pero ahí estaba nuestra cordura y nuestra alegría para rescatarnos y
volver a sentir el disfrute de viajar en familia.
Cuando llegamos al puente para cruzar el río, sentí un alivio… ya quedaba
poco. Ya estaba oscureciendo, pero por suerte encontramos el camino que no
habíamos visto a la ida y llegamos ya de noche a Hidroeléctrica.

Mucha gente nos había hablado de las termas de Santa Teresa como broche de
oro para esta travesía. Y así fue.
Después de desayunar un jugo riquísimo en el mercado, nos fuimos a las
termas a recomponer un poco nuestros cuerpos. Mejor cierre no pudimos tener.
Disfrutamos mucho del agua calentita, nos relajamos y emprendimos la vuelta
hacia el valle sagrado. Quizás mejores personas, quizás mejores padres pero
seguro más completos.