
Ya unos días antes le había rasqueteado la pintura anterior que debido al
fuerte sol y algunas lluvias peruanas se había descascarado bastante.
¿Y ahora? Teníamos dos paredes enteramente blancas para dejar volar nuestra
imaginación y pensar que nos gustaría pintar.

Nos volvimos a encontrar en Punta Sal y Javi recordó un tatuaje que alguna
vez había pensado en hacerse.
Allí, arriba de un cerro y al borde de una piscina se bosquejaron las
primeras líneas.
El principal tema era la pintura. Nuestro ideal era ver si podíamos
conseguir alguna donación, pero nos parecía difícil. ¿Por qué alguien iba a
querer donarnos la pintura?

- Lo ideal sería crear un evento donde
podamos pintar la casa, hacer una feria viajera y que la gente se acerque,
pueda participar de talleres… - fantaseaba Javi.
- ¡Si! Tenemos que conseguir la pintura – y
ahí se terminaban nuestras fantasías.
En realidad, no habíamos ni averiguado cuánto salía la pintura, pero nos
parecía que no estaba a nuestro alcance.
Fue en Salinas donde surgió el contacto de Carlos de Manglaralto, un joven que trabajaba en el Centro Cultural de esa localidad dedicándose a la gestión cultural. Pronto queríamos seguir nuestro viaje hacia el norte y Manglaralto quedaba de paso así que nos pusimos en contacto con él para ver si podíamos hacer alguna actividad. Carlos nos cuenta que el fin de semana próximo se realizaban unas fiestas y ferias en un pueblo llamado Barcelona. Le preguntamos si podíamos participar dando algún taller y enseguida nos contestó que sí. Ahí nomás le comento nuestra idea de pintar la casita rodante y de hacer una feria donde la gente pueda participar. Me sorprendió que muy contento me contestó que sí, que seguro podíamos conseguir las pinturas. De repente todo lo que había sido parte de nuestra imaginación se empezaba a hacer realidad.
Llegamos a Manglaralto y nos encantó, paramos en
un estacionamiento súper tranquilo frente al río que daba al mar y donde
comienzan a formarse los manglares que justamente dan nombre al pueblo.
Allí conocimos a Carlos quien se portó siempre muy amable con nosotros, nos consiguió donde comer, desayunar y nos ayudó a recorrer las ferreterías del lugar para preguntar si nos podían ayudar con las pinturas. La gente de Barcelona nos colaboró con muchas ganas y así pudimos armar el evento que habíamos imaginado.
Frente a la plaza central del pueblo estacionamos la casita rodante y la “camio” de Lectura Rodante y allí, mientras algunos vecinos se acercaban, Marcos y Javi comenzaron a darle color a nuestra pared blanca.
En Salinas, a Marcos y Mona, les habían donado un montón de libros para su proyecto, así que junto a las artesanías armamos nuestro puesto para que la gente pueda llevarse algún libro o recuerdo. Por la tarde, Marcos dio un taller de lectura para los más pequeños. Mientras tanto, el mural iba tomando forma y color.
Fue en Salinas donde surgió el contacto de Carlos de Manglaralto, un joven que trabajaba en el Centro Cultural de esa localidad dedicándose a la gestión cultural. Pronto queríamos seguir nuestro viaje hacia el norte y Manglaralto quedaba de paso así que nos pusimos en contacto con él para ver si podíamos hacer alguna actividad. Carlos nos cuenta que el fin de semana próximo se realizaban unas fiestas y ferias en un pueblo llamado Barcelona. Le preguntamos si podíamos participar dando algún taller y enseguida nos contestó que sí. Ahí nomás le comento nuestra idea de pintar la casita rodante y de hacer una feria donde la gente pueda participar. Me sorprendió que muy contento me contestó que sí, que seguro podíamos conseguir las pinturas. De repente todo lo que había sido parte de nuestra imaginación se empezaba a hacer realidad.
Allí conocimos a Carlos quien se portó siempre muy amable con nosotros, nos consiguió donde comer, desayunar y nos ayudó a recorrer las ferreterías del lugar para preguntar si nos podían ayudar con las pinturas. La gente de Barcelona nos colaboró con muchas ganas y así pudimos armar el evento que habíamos imaginado.
Frente a la plaza central del pueblo estacionamos la casita rodante y la “camio” de Lectura Rodante y allí, mientras algunos vecinos se acercaban, Marcos y Javi comenzaron a darle color a nuestra pared blanca.
En Salinas, a Marcos y Mona, les habían donado un montón de libros para su proyecto, así que junto a las artesanías armamos nuestro puesto para que la gente pueda llevarse algún libro o recuerdo. Por la tarde, Marcos dio un taller de lectura para los más pequeños. Mientras tanto, el mural iba tomando forma y color.
Pintar la casa para nosotros significó un gran
avance, darle color y sentido a nuestra casita, la que nos cobija en cualquier
lado adonde la llevemos. Ahora ella ya habla por sí misma e invita a los
curiosos a acercarse y ponernos a charlar.
En una pared tenemos nuestro mural y en la otra, nuestras manos y mucho espacio en blanco para que los amigos del camino nos den y nos dejen grabadas sus manos.
-->
Bella historia la de ustedes, bendiciones!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Ana Maria!!! Un saludo grande!!!!
ResponderEliminar