Caminar 12 km al costado de unas vías para llegar a Aguas Calientes y al
otro día ir a Machu Picchu. ¿Qué? ¿Con los chicos? ¡Ni locos!
Pero una vez más aprendimos que aquello que nos parece imposible, se puede
hacer realidad. Ese era nuestro primer pensamiento con respecto a llegar a
Machu Picchu pero con el paso de los días nos empezó a entusiasmar hacer la
caminata en familia, sobre todo cuando vimos los precios del tren que te lleva
a Aguas Calientes, el pueblo más cercano a la Ciudad Sagrada.
¡Lo que nunca nos imaginamos es que iba a ser tan larga!
Estábamos parando en la casa de la directora de la Escuela Tikapata, donde
dimos unos talleres y ellos nos prestaron una mochila y un aguayo (esas telas
coloridas que usan las mujeres por aquí) para poder llevar a Inti cargada
porque sabíamos que no iba a querer caminar todo el tiempo.
Nos levantamos bien temprano y tipo 5.30 salimos con el auto hacia el
primer destino que era Santa Teresa. Debíamos dejar el auto ahí, tomar un taxi
hasta la Hidroeléctrica y desde allí empezar la caminata.
Son uno 180 km pero ya sabíamos que nos iba a llevar unas 6 horas aprox.
El camino es hermoso, verde y cada vez más verde. Con curvas y cada vez más
curvas. Cada tanto algunas casitas, algunos puestos ofreciendo frutas y comidas
al paso. Nosotros nos habíamos preparado patas y alitas de pollo, así que las
fuimos comiendo en el camino para no parar a comprar.
Los últimos kilómetros hasta llegar a Santa Teresa se hicieron largos, son
de ripio, con precipicio, por momentos algunos pozos, pero el paisaje sigue
siendo increíble.
Llegamos. Paramos el auto como para descansar unos minutos y ver donde lo
podíamos dejar y enseguida apareció un taxista que nos podía guiar al lugar
indicado y nos llevaba a la Hidroeléctrica. Ni tiempo de estirar un poco las
piernas tuvimos. Dejamos el auto en un camping. Agarramos la mochila con pocas
cosas que finalmente resultaron muchas y subimos al taxi.
Estábamos ansiosos. ¿Cómo será? ¿Aguantaremos?
Javi cargaba la mochila bastante pesada porque llevábamos los equipos para
poder filmar. Yo me calcé a Inti en la espalda y empezamos.
Al principio nos equivocamos de camino y subimos entre piedras y
piedrecitas. (A la vuelta confirmamos que no habíamos visto el cartel que decía
a Aguas Calientes).
Nos costó, pero llegamos a las vías. Comenzamos con mucho entusiasmo. Los chicos cada uno con un palo y … a
caminar!
Pronto Inti no quiso caminar y arriba a la espalda de nuevo. A lo largo de
la caminata la pasé de la espalda a adelante, de adelante hacia atrás. De atrás
hacia el costado y así fuimos alternando, la forma más cómoda resultó ser
adelante.
La caminata se realiza al lado de las vías del tren, aunque por momentos
hay que caminar por los mismos durmientes y estar atentos a moverse cuando pase
el tren.
Hay partes que hay que cruzar por los durmientes, para mi gusto bastante
separados entre sí y el río con su fuerza ancestral corriendo por abajo. Seguramente
no era muy difícil, pero en esos momentos me trababa y no podía avanzar, ¡por
suerte Tahiel me agarraba de la mano y me ayudaba a cruzar! Jaja
La lluvia también nos acompañó en varios tramos del recorrido.
La caminata que el común de la gente le pone 2 o 3 horas, nosotros la
hicimos en 5 horas. Cinco horas en las que pasamos por todas las emociones. Desde
el entusiasmo de la salida, al cansancio, bronca e irritación de ir sólo por la
mitad cuando ya pensas que no das más, hasta la enorme de alegría de llegar
todos juntos renovados. Cansados, mojados pero unidos.
Aunque faltaba, cuando vi las luces del pueblo no pude dejar de llorar, ¡lo
estábamos logrando!
Creo que por todas estas etapas que pasamos es que recomiendo a las
familias hacer el esfuerzo de ir caminando. Nuestros hijos se la bancaron súper.
Tahiel en muy pocos momentos se quejó, la mayor parte del tiempo fue el que nos
alentaba. ¡Vamos mami! ¡Vamos que falta poco! Inti fue la que caminó menos,
pero lo hizo en los momentos en los que ya no daba más.
Vimos las luces porque se había hecho de noche, pero todavía faltaba para
llegar a la estación. La lluvia le ponía más emoción al hecho de estar llegando
a destino. Y las lágrimas seguían imitando a la lluvia.
Javi y Tahi iban más adelante, Inti y yo, más lento, les cuidábamos las
espaldas. Ya en el andén nos esperaron para darnos el abrazo de bienvenida al
tan esperado pueblo de Aguas Calientes.
Encontramos un hostal acorde a nuestro presupuesto enseguida. Nos bañamos y
nos tiramos en la cama a mirar tele.
Agotados pero felices nos dormimos para al otro día subir a Machu Picchu.